Los Jesuitas somos raros… lo asumo. Cuando uno de los nuestros se muda al Cielo casi no los lloramos … y no porque no los sintamos sino porque en el fondo nos sentimos responsables de aquellos «hijos» que se quedan y hay que consolar… y también porque sentimos la coherencia con la esperanza que sembró en nosotros el Resucitado al que seguimos y tenemos por compañero…
Cuenta la tradición de nuestra Mínima Compañía que antiguamente cuando moría un jesuita de bien, se brindaba en la Comunidad con la mejor bebida en honor y con alegría por su fidelidad…
Una vez escuché de alguno de esos seguidores nuestros que creen saberlo todo de nosotros que se atrevió a decir: «a ustedes los entrenan para saber despedir o despedirse». e internamente tuve ganas de decirle: «qué poco nos conocés»… Un jesuita que no tiene sentimientos, no sirve para la Compañía. En su vida busca ordenar sus afectos para ser fiel a la Misión, pero se compromete a fondo y se juega a pleno…
Algo de eso hoy vivímos y contemplamos en la figura del Padre Chuco a quien despedimos.
El 3 de diciembre de 1996 fui a recibirlo en la Terminal de Ómnibus de Corrientes sin conocerlo. Infructuosamente después de preguntar a todos los pasajeros que tenían pinta de jesuita si eran el Padre Ignacio Villar, apareció alguien que jamas pensé que sería Él. Conocí a un hombre de buen humor, charlatán y agradable, de esos con los que uno sabe que es imposible producir silencios molestos.
Los años pasaron y lo reencontré en Mendoza, ya sin su obra de Fe y Alegría, convocando gente por diversos medios al Apostolado de la Oración….
Y siguieron pasando los años y me tocó ir a Mendoza y conocer a sus amigos sembrados en su paso por esa tierra… y casi inmediatamente verlo en Posadas con el peso de la enfermedad que se lo llevó, trabajando con entusiasmo en su pastoral parroquial. Lo vi levantarse primero cuando alguien venía a pedir una Unción o un responso a las dos de la tarde y con cuarenta grados en medio del almuerzo con el fervor de un cura recién ordenado…
Hoy nos avisaron que Chuco entra al Cielo y nadie puede negar que lo hace con la sonrisa amplia , con su aspecto informal y su servicio apasionado que sabrá encontrar allá donde nadie necesite…alguien a quien servir y con quien sentarse a conversar.
Por eso se me ocurre respetar la antigua tradición de mis mayores y brindar por su vida fiel y apasionada e invitarte a hacer lo mismo conmigo, estés donde estés, junto a la oración celebrativa por un nuevo Compañero que hoy escuchará la sentencia gozosa de «Misión cumplida» pero seguirá trabajando con nosotros….