Opinion

Sor Lucía Caram: «¿Qué tiene que ocurrir para que reaccionemos?»

«Hemos sufrido y la estamos padeciendo, una pandemia que no esperábamos y cuyos efectos eran inimaginables para los modernos progresistas del siglo XXI, para una sociedad que cree tenerlo todo bajo control, y que se siente todopoderosa, aunque un pequeño virus haga tambalear sus cimientos»

«Muchísimas familias están condenadas a mendigar el pan de cada día y a esperar una ayudas y pagas, unos ERTES o ingresos mínimos ‘vitales’ que siendo recursos de emergencia, siguen sin llegar para una inmensa mayoría»

Muchas veces me pregunto qué tiene que ocurrir para que reaccionemos, para que nos despertemos y de una vez por todas se despierten en nuestros corazones sentimientos de solidaridad y compromiso que se mantengan en el tiempo. Sentimientos que no sean emociones pasajeras que nos conmueven un día, que nos mueven a tranquilizar la mala conciencia “dando lo que nos sobra”, para volver a lo mismo de antes y de siempre: a la indiferencia rutinaria.

Hemos sufrido y la estamos padeciendo, una pandemia que no esperábamos y cuyos efectos eran inimaginables para los modernos progresistas del siglo XXI”, para una sociedad que cree tenerlo todo bajo control, y que se siente todopoderosa, aunque un pequeño virus haga tambalear sus cimientos.

Nuestros mayores han sido arrancados de nuestro lado y no hemos podido darles nuestro último adiós. No nos dio tiempo para agradecer todo lo que nos dieron y sobre todo sus esfuerzos y sacrificios para ser lo que somos y tener lo que tememos.

¡Mierda de libertad!

Llevamos años presumiendo de nuestros profesionales sanitarios, del nivel de nuestros científicos y de las bondades de la sanidad pública en nuestro País. Pero resulta que después de haberlos visto con unas epis superincómodas (parecían astronautas), de haber visto cómo se infectaban y cómo muchos perdían la vida,  hoy nos resistimos a una mascarilla y a unas normas de protección personal y colectiva, argumentando que “nos quieren quitar la libertad”. ¡Vaya mierda de libertad que puede ser arrebatada por unos metros de distancia, por un lavado de manos o por un trozo de tela que protege nuestra nariz y boca para evitar que el virus se siga propagando!

Catequesis con mascarilla

En medio de todo esto el estado de alarma ha paralizado la economía en muchos sectores y la pobreza se ha recrudecido siendo hoy una forma bestial de violencia que se ejerce sobre muchas, muchísimas familias que están condenadas a mendigar el pan de cada día y a esperar una ayudas y pagas, unos ERTES o ingresos mínimos “vitales” que siendo recursos de emergencia, siguen sin llegar para una inmensa mayoría.

Muchos en el gobierno y en sede parlamentaria se dedican a insultar, a prevaricar y a defender temas que hoy no son prioritarios, porque hay una inmensa mayoría de españoles y españolas que viven al límite. Parece que es más importante mostrar “los pecados” del adversario que buscar soluciones a los ciudadanos que les han votado.

¡Por favor, dejad de hablar del “pueblo” y sus derechos, mientras les ignoráis desde vuestras poltronas pagadas con el erario público!

Mientras tantos los ciudadanos de a pie nos movemos para remover cielo y tierra clamando y reclamando justicia social, solidaridad y un poco de compasión para solucionar de verdad las situaciones de “emergencia” que azotan a nuestra gente.

¡Por favor, dejad de hablar del “pueblo” y sus derechos, mientras les ignoráis desde vuestras poltronas pagadas con el erario público!

Isabel Díaz Ayuso

¡Por sensatez y sentido común, dejemos de perder el tiempo escaqueándonos de nuestra corresponsabilidad diciendo “eso le toca al gobierno, eso le toca a los políticos, ellos son los culpables de todo”! Hay algo que cada uno puede hacer y mientras lo hace puede pedir responsabilidades, pero la respuesta personal, a cada instante, es una cuestión de inexcusable y cada uno puede y debe hacer algo para aliviar el dolor de los que son golpeados por esta nueva crisis.

Falsos profetas y espiritualizadores

Escucho homilías, leo artículos de opinión de “religiosos” y de muchos que se dicen creyentes y me preocupa el poco contacto directo con el sufrimiento de las personas. ¡Qué fácil es decir cosas bonitas y denunciar y hacer de profetas y de espiritualizadores, mientras la pobreza o el dolor no te llegan!

Hace unos días, una hermana de mi Comunidad dejó este mundo y entró en el descanso y en la vida eterna. Tuvo una enfermedad de casi cinco meses de mucho sufrimiento y una larga agonía que a los que la acompañábamos se nos hacía eterna. Junto a su lecho de dolor, en sus últimos días y horas de vida, experimenté una gran paz. Sólo nos llevamos, lo que hemos compartido. La vida tiene sentido si la vivimos y celebramos, si la humanizamos y ésta merece ser la pena vivida para todos.

Madrid y Sanidad, reunidos

Hacer de la vida un escenario en el que vivimos encarnado personajes salvadores que tienen más palabras que soluciones, es una afrenta para las personas que luchan a muerte por una oportunidad de vida digna

Nuestra hermana marchó en paz, y nos dejó una lección: en la hora definitiva, cuando nos encontramos cara a cara con Dios, los personajes, las luchas de poder, la ambición desmedida, los egos desorbitados, son una caricatura del ser humano.

Vivamos lo esencial, y lo esencial se resume en una palabra: Amor. Si amamos de verdad, si nos ponemos en la piel del otro, si somos capaces de mantenernos la mirada a nosotros mismos, con honestidad, seguramente nuestra vida deberá cambiar en muchas cosas: ¡Ojalá sea para mejor!

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