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Redistributiva

Es solo cuestión de mirar al de al lado para ver cómo alguien puede ser tratado de cáncer en un hospital de alta gama en São Paulo siendo presidente y ahora senador mientras miles mueren todos los días en hospitales desabastecidos, carenciados y marginales. Ahí en ese mismo Senado hay tantas muestras de injusticia, robo y corrupción, a pesar de haber jurado defender la Constitución ante quienes pretendan violarla.

Pero hete aquí que tres años después de haberse reunido con audacia y alevosía en una sala contigua para afirmar que un presidente podía ser reelecto y que la Carta Magna podía ser cambiada por la vía de la enmienda, la senadora Esperanza Martínez inscribe una frase para la desmemoria de nuestra democracia: La corrupción redistributiva.

Con esa expresión se oponía a que los recursos de los royalties vayan para enfrentar la pandemia y se mantuvieran en manos de intendentes y gobernadores –con nuevas ventajas– para que ellos sigan robando porque, según la legisladora: La corrupción debe democratizarse. No debe acabarse ni mucho menos, sino que todos deben comer algo.

Ha sido un extraordinario aporte de la vieja política en su momento de quiebre.

Recordaremos cuando el país también vuelva a tener memoria luego de la hambruna y la pobreza que se vienen, que los gestos y las actitudes contrarias a la norma y la ética deben ser castigados severamente. La nueva historia está pariendo en el país y no quisiera estar en la piel de los viejos sostenedores del sistema cuando el mismo pueblo al que engañaron por tantos años emerja a la realidad para castigarlos severamente.

Estamos muy cerca y el sincericidio de la senadora Martínez apura nuestra esperanza de un nuevo país. Ese que se construya por sobre el cinismo, la mentira y la claudicación.

Han pasado más de 30 años de la lucha contra el tirano del que muchos de estos médicos fueron protagonistas y suelen mostrar sus medallas para aplacar la condena y crítica de muchos, pretendiendo blindar sus comportamientos venales sobre conductas pasadas. Muchos de estos médicos-legisladores son los que se opusieron a reducir salarios y a reformar la estructura burocrática devoradora que ha creado una casta arrogante e indolente por sobre el pueblo pobre que los sostiene.

Ellos son los que quieren que la corrupción siga siendo redistributiva. Que todos coman algo de lo que este pueblo empobrecido lamenta sus consecuencias todos los días.

Lo que debe ser redistributiva es la riqueza de esta nación llena de ejemplos en guerras internacionales. Ahora libramos la más grande de todas y nuestros legisladores –rembijokuái– quieren seguir con la misma joda como si el sistema no estuviera derrumbándose. Cínicos y sinvergüenzas, se han llenado de privilegios que hasta una de ellos, quien los forzaba a rezar en conjunto en el hemiciclo, contrajo el Covid-19 y levantó los aplausos de millones por primera vez.

No nos merecemos más muestras de chatura con frases ofensivas.

A este país ya lo han humillado tanto que hoy en cuarentena tiene tiempo para rumiar su desprecio y rechazo.

Hace tres años fueron responsables de la quema del Congreso y el asesinato de un joven liberal en una reunión liderada por un médico. Muchos pensamos que el país los sancionaría.

Los del Frente Guasu ganaron un curul más… y fue de nuevo: Un médico, pero… esperanza ndahavêi (nunca muere ni se vuelve rancia). Qué ironía.

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