Procrastinar es cuando se posponen cosas dejándolas para un futuro indefinido, creyendo que se dispone del suficiente tiempo para realizar esos asuntos pendientes, dejarlos para después.
Es una forma de evadir, dilatar o postergar responsabilidades, acciones, deberes o decisiones que debemos tomar; realizando otras cosas que nos resultan menos complicadas o más gratificantes en la inmediatez, pero son irrelevantes.
Es momento de reflexionar hasta qué punto estamos priorizando lo importante por sobre lo urgente.
Mirando las circunstancias desde otra perspectiva, está bien que tengamos en cuenta e incluyamos a otros en nuestras realidades diarias.
Y por dar mayor importancia a algo que no tiene que ver con uno mismo, pero si con otros, nos distanciamos y desconectamos de nuestra propia existencia y prioridades.
Surgiendo peligrosamente el desatender y descuidar nuestras necesidades fundamentales que construyen nuestra identidad, bienestar, coherencia y salud integral.
No se puede vestir un santo desvistiendo otro.
–
Considerando este tema para analizarlo desde un enfoque muy particular, presento esta pregunta:
¿Cuántas veces nos procrastinamos a nosotros mismos en relación a individuos, tareas y deberes?
En síntesis, por centrarnos y focalizarnos demasiado en el status quo, en el deber ser; corremos el riesgo de distanciarnos de la propia autenticidad y conexión personal, experimentando frustración y malestar.
Una situación que se presenta con frecuencia en las consultorías que realizo diariamente, es encontrar personas que a lo largo de su vida por diferentes razones se han postergado en pos de otros; teniendo la imperiosa necesidad de replantearse el cómo han encarado su vivir.
Sólo se vive una vez y el tiempo que se fue ¡ya pasó!
Por dar mayor importancia a algo que no tiene que ver con uno mismo, pero si con otros, nos distanciamos y desconectamos de nuestra propia existencia y prioridades.
–
Desconozco en qué estado o etapa te encuentras en este momento; pero, si anhelas que tu vida sea un poco mejor y que entre aire fresco para poder revertir sinsabores, angustias, insatisfacciones, decepciones, amarguras o desengaños, es importante que te asumas y hagas cargo en ahondar tu propio autoconocimiento para recalcular, valga la redundancia.
Para ello, te entrego algunas sugerencias que pueden ayudarte:
• Revisa la manera que tienes para percibir las cosas y chequea si esa mirada está en sintonía con la realidad o se encuentra distorsionada.
• Identifica cuáles son los valores que dirigen tus acciones y qué tan constructivos son.
• Reconoce y ten en claro cuáles son tus motivaciones, ve por ellas.
• Diseña el cómo te gustaría verte en unos años, construye tu visión de futuro, ponle fechas.
• Define qué cosas ya no estás dispuesto a ceder o negociar y actúa en consecuencia.
• Ten presente la finitud de la vida, reconociendo que te vas a morir; para vivir con más consciencia. ¡Respétate!
• Amplía tu panorama fenomenológico del aquí y ahora, y resignifica, asumiendo tu vida con mayor compromiso, responsabilidad y sentido de trascendencia.
• Ámate, cuídate, valórate, escúchate, conócete. La única persona que estará contigo hasta el último día, eres TU mismo.
• No puedes dar a otros lo que no tienes para ti.
• Vive cada día cómo si fuera el último día de tu vida.
• No dejes pendientes para el mañana, en el futuro no tienes seguro si seguirás con la oportunidad de estar vivo.
• Cuestiónate, hazte preguntas; especialmente sobre todo aquello que no te haga bien; cuando te preguntas, las respuestas aparecen a su debido tiempo.
Para que cuando llegue tu último tiempo, tu último día, puedas decirte:
“¡Vida, gracias por todo!”
“Valió la pena mi vivir, nada te debo, estamos en paz”.
(*) @Tona Galvaliz
tonagalvaliz@hotmail.com
Comentarios
Noticias Relacionadas
Más de esta categoría
Diario Época