Recuerdo haber seguido, hace mucho tiempo, un encuentro de boxeo por televisión (no es mi deporte preferido, pero… en compañía se casa hasta el cura) en el cual uno de los boxeadores estaba arrinconado en una esquina y, sin embargo, con artimañas y subterfugios lograba dificultar la acción de su adversario.
El cronista, como siempre de parte, no paraba de destacar la gran habilidad defensiva del boxeador arrinconado.
La pregunta, legítima creo, es: “¿¡Cómo diablos se dejó llevar en esta esquina hasta el punto de estar obligado únicamente a defenderse y estudiar cómo escurrirse de esta situación!?”
La misma pregunta me provoca el accionar del Gobierno italiano en esta trágica circunstancia.
Los informativos, de la estatal RAI por supuesto, no paran de destacar el definido “modelo italiano” que según ellos sería el punto de referencia y de emulación de los demás estados europeos. Sin ninguna duda, tal como el boxeador en la esquina, el mencionado Gobierno está llevando adelante una política de defensa loable y admirable en el intento de limitar los daños que el contrincante, léase coronavirus, está provocando en el cuerpo de la nación.
También, en la situación actual, la pregunta es: “¿Cómo diablos se dejó llevar en esta esquina?
El comienzo de la epidemia en China se puede fechar en los últimos días de diciembre del año pasado. En el mes de enero se hizo siempre más evidente, con el transcurrir de las semanas, que se trataba de un problema muy serio y grave como lo indican las drásticas medidas asumidas inmediatamente por el Gobierno chino y por el propagarse de la enfermedad. Por enteras semanas del mes de enero siguieron ininterrumpidos los intensos contactos personales y comerciales que mantiene el Norte de Italia, particularmente Lombardía, desde hace muchísimo tiempo con el país oriental. Es Lombardía el motor principal de la economía italiana desde hace 30 años y el punto logístico en el cual convergen infinitas rutas de intercambio comercial y desde el cual de la misma manera infinitas rutas se propagan para todo el país y para toda Europa.
Sólo hacia el fin de los primeros diez días del mes de febrero iniciaron, en Italia, a asumirse las primeras medidas, blandas, de restricción y prevención.
Sin hacerla muy larga, los hechos, ineludiblemente demuestran que definirlas “medidas de prevención” sería hasta ridículo por no decir dramático. Sin embargo, no es el tiempo de la polémica y de los reproches. Hay un tiempo para todo.
La cuestión europea
Es sabido, que el primer asomarse del concepto de “Europa” en la historia es debido a la acción política, militar y religiosa de Carlo Magno: el primer emperador del Sacro Romano Impero.
Yo, declarado ciudadano de ésta no podría ser, como soy, convencido sostenedor de la idea de Patria Europea y de sus, por todos reconocida, raíces: griegas, romanas y cristianas.
No hay estudioso, historiador, filósofo que, para bien o para mal, ponga en tela de juicio dicha realidad.
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En el momento en el cual empezó a hablarse de Unión Europea, una esperanza se asomó en mí: que se superara, aún sin olvidarla, la simple motivación económica que representaba el resorte del “Mercado” Común Europeo. Me parecía que el concepto de “Unión” pudiese superar, mejorar la idea de mercado. No necesité mucho tiempo para darme cuenta que, la mía, no era mucho más que una aspiración o un deseo.
No necesité mucho tiempo, fue suficiente observar cómo, reiteradamente, la autoproclamada Unión Europea dedicara gran parte de su tiempo y recursos en fijar tarifas, reglas de competencia, límites de presupuesto, etcétera. Descuidando y desentendiéndose del rol que una Europa unida podría desarrollar en el panorama mundial.
No necesité mucho tiempo para darme cuenta que era pía ilusión el aspirar a una real unión cuando ni siquiera en el “simple” aspecto financiero y económico se planteara mínimamente el objetivo de un verdadero sujeto político, síntesis para elevación de las distintas naciones.
¿Cómo soñar una Europa unida si ni siquiera con la adopción de una moneda única se logró unificar 28 regímenes fiscales todos distintos entre sí? Aunque yo hubiese seguido cultivando la idea de una Patria Europea, rápida y tristemente el sueño terminó por las distintas actitudes que la Unión Europea iba asumiendo frente a distintas y relevantes cuestiones.
No ha habido una crisis internacional, una cuestión geopolítica, un problema cualquiera, que haya recibido una respuesta que se pueda definir: ¡Europea!
No la obtuvimos en 2008 al momento de la crisis financiera internacional (el caso Lehman Brothers), no la logramos frente a ninguna de las cuestiones medio-orientales (anecdótica la distinta acción de los varios países europeos al momento de la tanto promocionada “Primavera Árabe”), ni lo soñamos en el drama de las grandes migraciones hacia el continente europeo.
En todos los casos fue: ¡que cada uno se arregle como pueda! ¿Por qué soñar en este trágico drama que están viviendo los distintos países europeos, que en este caso las cosas podrían haber asumido un aspecto distinto? ¿Por qué pensar que algunas decenas de miles de muertos podrían haber sido suficientes para motivar una superación del punto de vista, claramente insuficientes, para hacer frente a este drama? La respuesta de la reunión conjunta de todos los jefes de Estado europeos a dicha cuestión ha sido: “Esta cuestión no está prevista en los tratados”, que se reúna en 15 días más el Eurogrupo (institución, dicho sea de paso, con menores poderes de la Conferencia de los Jefes de Estado) y que siga el debate…
“…Y Dios le preguntó a Caín: ¿dónde está tu hermano?” y él respondió: “No lo sé, ¿soy yo acaso el custodio de mi hermano?”.
(*) Italiano di nascita e di costume
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